" EL ENTORNO MÁS INMEDIATO, EL RÍO, EL SONIDO DEL AGUA, SU VEGETACIÓN Y LA ARQUITECTURA DAN LA SENSACIÓN DE ESTAR EN OTRO LUGAR, EN MEDIO DE LA NADA, UNA CALMA Y UN RITMO DIFÍCIL DE EXPLICAR. "
C on más de 300 años, su construcción original aún sigue en pie. Lo que antiguamente fuera un molino harinero hoy se ha convertido en un magnífico hotel boutique situado a orillas del río Duero, en el pueblo de Quintanilla de Onésimo, a 30 km de Valladolid.
Al mando de este maravilloso emprendimiento familiar se encuentran Ana y su padre, quien hace 20 años creó Fuente Aceña junto a unos amigos. Si bien Ana se incorporó oficialmente hace 7 años, desde pequeña recuerda con ilusión las conversaciones soñando, buscando cada fin de semana un solar para darle sitio al proyecto.
"Fuente Aceña tiene la calidez de un espacio vivido, un aura y encanto que te da el tiempo, imposible de acelerar, ni comprar. Queremos que nuestros huéspedes se sientan cuidados, relajados y que tengan espacio. Un lienzo en blanco para desconectar, para que cada uno lo llene con lo que necesite en esa escapada."
El hotel ofrece 22 elegantes habitaciones, las cuales están situadas en un nuevo edificio minimalista, conectado al antiguo molino. En ellas destacan las vistas al río, capaces de lograr que los huéspedes desconecten inmediatamente de cualquier cotidianidad.
También cuenta con un restaurante que se encuentra en el edificio original, el cual fue rehabilitado respetando los materiales. En él se encuentran dos salas, una más íntima y elegante y otra más amplia y luminosa. La gastronomía es uno de los puntos fuertes de Fuente Aceña. Ya sea que elijas hospedarte en el hotel o tener una experiencia gourmet, ¡no te lo puedes perder!
Ana destaca que: “detrás de Fuente Aceña hay muchas personas” y explica que el equipo, el ambiente y las dinámicas entre bambalinas son de las cosas más mágicas e importantes que ocurren allí. El equipo empezó a formarse hace 20 años, al frente desde el inicio están Azucena y Pedro. A Azucena es muy fácil verla por el hotel ya que lleva la parte más visible, personas, recepción, sala (del restaurante); Pedro está siempre en el backstage, es un cocinero tranquilo y artesano que cocina con música clásica y disfruta probando y haciendo las cosas bien, con tiempo y métodos tradicionales. Como parte de la propuesta, elabora sus platos con productos cuidados y ecológicos, para lo cual se abastece de productores independientes y artesanos locales.
"Aquí lo hacemos absolutamente todo. Hacemos el pan, la pasta, las mermeladas, los helados, todo. Yo pienso que estamos locos pero no sabemos hacerlo de otra forma y al final, se nota. Si utilizas buenos productos y los cocinas con tanto respeto y tiempo, ya tienes algo muy bueno. Pero además, siempre le pone un toque personal, de autor, nada extravagante ni arriesgado, matices o contrastes."
Un sitio ideal donde hospedarse para pasar un fin de semana recorriendo la región, disfrutando de un excelente turismo etno-gastronómico, ya que el valle del Duero se caracteriza por sus extensos viñedos entre pinares, escenario perfecto para espectaculares bodegas.
"Nos gusta cuidar los detalles y que los clientes estén muy cómodos. Nuestro trabajo es escuchar cómo vienen ese día, qué necesitan, más cercanía o más espacio y así actuamos", nos cuenta Ana antes de despedirse. Un placer que se nos ofrece para disfrutar en plena Ribera del Duero. Para aquellos que busquen un lugar especial, hecho con mimo. Perfecto para inspirarse, sorprender y llenarse de paz.
Fotografías: Blanca Muntadas / Anel González / El Carrusel Fotografía
Texto: Julia Lescano
" EL ENTORNO MÁS INMEDIATO, EL RÍO, EL SONIDO DEL AGUA, SU VEGETACIÓN Y LA ARQUITECTURA DAN LA SENSACIÓN DE ESTAR EN OTRO LUGAR, EN MEDIO DE LA NADA, UNA CALMA Y UN RITMO DIFÍCIL DE EXPLICAR. "
C on más de 300 años, su construcción original aún sigue en pie. Lo que antiguamente fuera un molino harinero hoy se ha convertido en un magnífico hotel boutique situado a orillas del río Duero, en el pueblo de Quintanilla de Onésimo, a 30 km de Valladolid.
Al mando de este maravilloso emprendimiento familiar se encuentran Ana y su padre, quien hace 20 años creó Fuente Aceña junto a unos amigos. Si bien Ana se incorporó oficialmente hace 7 años, desde pequeña recuerda con ilusión las conversaciones soñando, buscando cada fin de semana un solar para darle sitio al proyecto.
"Fuente Aceña tiene la calidez de un espacio vivido, un aura y encanto que te da el tiempo, imposible de acelerar, ni comprar. Queremos que nuestros huéspedes se sientan cuidados, relajados y que tengan espacio. Un lienzo en blanco para desconectar, para que cada uno lo llene con lo que necesite en esa escapada."
El hotel ofrece 22 elegantes habitaciones, las cuales están situadas en un nuevo edificio minimalista, conectado al antiguo molino. En ellas destacan las vistas al río, capaces de lograr que los huéspedes desconecten inmediatamente de cualquier cotidianidad.
También cuenta con un restaurante que se encuentra en el edificio original, el cual fue rehabilitado respetando los materiales. En él se encuentran dos salas, una más íntima y elegante y otra más amplia y luminosa. La gastronomía es uno de los puntos fuertes de Fuente Aceña. Ya sea que elijas hospedarte en el hotel o tener una experiencia gourmet, ¡no te lo puedes perder!
Ana destaca que: “detrás de Fuente Aceña hay muchas personas” y explica que el equipo, el ambiente y las dinámicas entre bambalinas son de las cosas más mágicas e importantes que ocurren allí. El equipo empezó a formarse hace 20 años, al frente desde el inicio están Azucena y Pedro. A Azucena es muy fácil verla por el hotel ya que lleva la parte más visible, personas, recepción, sala (del restaurante); Pedro está siempre en el backstage, es un cocinero tranquilo y artesano que cocina con música clásica y disfruta probando y haciendo las cosas bien, con tiempo y métodos tradicionales. Como parte de la propuesta, elabora sus platos con productos cuidados y ecológicos, para lo cual se abastece de productores independientes y artesanos locales.
"Aquí lo hacemos absolutamente todo. Hacemos el pan, la pasta, las mermeladas, los helados, todo. Yo pienso que estamos locos pero no sabemos hacerlo de otra forma y al final, se nota. Si utilizas buenos productos y los cocinas con tanto respeto y tiempo, ya tienes algo muy bueno. Pero además, siempre le pone un toque personal, de autor, nada extravagante ni arriesgado, matices o contrastes."
Un sitio ideal donde hospedarse para pasar un fin de semana recorriendo la región, disfrutando de un excelente turismo etno-gastronómico, ya que el valle del Duero se caracteriza por sus extensos viñedos entre pinares, escenario perfecto para espectaculares bodegas.
"Nos gusta cuidar los detalles y que los clientes estén muy cómodos. Nuestro trabajo es escuchar cómo vienen ese día, qué necesitan, más cercanía o más espacio y así actuamos", nos cuenta Ana antes de despedirse. Un placer que se nos ofrece para disfrutar en plena Ribera del Duero. Para aquellos que busquen un lugar especial, hecho con mimo. Perfecto para inspirarse, sorprender y llenarse de paz.
Fotografías: Blanca Muntadas / Anel González / El Carrusel Fotografía
Texto: Julia Lescano